Asesino de mujer y tres niños es “metálico” y bebía sangre de gallina, según vecinos: video
Ni el perrito chihuahua de la casa se salvó del crimen ocurrido en RD
La ira del asesino de la señora Reyna Isabel Encarnación y sus tres hijos, lo llevó a matar hasta el perro chihuahua que los menores tenían de mascota, pero además convivió tres días en el apartamento con los cadáveres.
Sin embargo, el sábado previo a que cometiera los homicidios, Víctor Alexander Portorreal Mendoza (El Metálico), entregó su hija de un año y medio de edad que criaba junto a sus hijastros, a la madre de ésta, detallaron los vecinos del barrio Enriquillo, del kilómetro 8 de la carretera Sánchez, de esta Capital.
Ese hombre que le contó a la Policía Nacional que luego de degollar repetidas veces a Reyna Isabel, tomó a sus niñas, una por una, las ahorcó y luego las violó, y que tras cometer el hecho se fue a pasear con el niño de 11 años todo un día y lo ahorcó de regreso a la casa. A pesar de esos actos, dicen los vecinos que continuó viviendo muy normal con los cadáveres en el apartamento.
“Tras matarlos de forma tan cruel, él siguió haciendo una vida normal en el barrio. Entraba a la casa, salía a la calle, volvía a entrar y se bañaba. Se cambiaba de ropa y volvía a salir, pero en ese lapso no dejó ver ninguna expresión ni un comportamiento diferente de lo que siempre lo caracterizó”, dijo el señor Víctor Manuel Mancebo, uno de sus vecinos más cercano.
“Chaman Chakra”
Expresó que aunque en una ocasión Portorreal Mendoza (El Metálico), tomó la gallina de un vecino, la degolló y se bebió la sangre caliente que derramaba el ave directamente de la herida, nunca pensó que tuviera las agallas de matar a una madre y sus tres hijos menores de edad de una manera tan brutal.
De hecho otros vecinos contaron que todos los días Portorreal Mendoza, quien era apodado como “el Metálico, Chamán Chakra o la Greña, transportaba a los niños de Reyna Isabel a la escuela San José, ubicada en el kilómetro siete y medio de la carretera Sánchez.
Los vecinos creen que lo que desató la ira de Portorreal en contra de la familia que lo mimaba y lo consentía, fue un culto que hizo un vecino evangélico en la proximidad.
“En medio del culto, cuando el asesino entraba a la vecindad, el pastor predicando empezó como a tirar puya y decía “aquí me huele a metálico, “me huele a santería”, “me huele a altares”, “es más, me huele a sangre, me huele a muerte”, contaron. [Listín/Telemicro]